La desconocida


Mira el reloj pulsera que se ilumina al girar la muñeca del brazo completamente tatuado. Ya son más de las doce. Es miércoles. Quedan aún algunas pocas personas en las mesas y una mujer sola que desde hace horas en la barra está bebiendo tequila. Parece  absorta, como si el ruido, la música electrónica que suena alto, la circulación de gente que ha pasado por horas alrededor suyo, no la tocara.
Francesca comienza a limpiar la barra. Tira la fruta cortada, tapa las botellas, las mete en el gran refrigerador que es su mesa de trabajo detrás de la barra.
Un chico que estaba en los sillones rojos del fondo, se aleja de su compañera que lo mira caminar hacia la barra.
- Hola, ¿puede ser una botella más de champagne?
- Perdona, estamos cerrando- responde Francesca casi sin levantar la vista.
El chico vuelve sobre sus pasos, le hace una seña a su compañera cabeceando hacia la puerta de salida.
Francesca baja la música, da la vuelta a la barra y sale hacia el salón. El tintineo de las hebillas de sus botas se siente ahora con claridad. Lleva un pantalón ajustado negro y una camiseta blanca sin sostén. El cabello corto peinado hacia atrás.
Comienza a recorrer el salón levantando las sillas de las mesas vacías. Las personas que quedaban van saliendo poco a poco.
Ha quedado sólo la mujer en la barra que sigue en su mundo. Lleva un vestido floreado de fondo negro ligero, como de gasa, que deja ver sus largas piernas, unas botas de gamuza negra con taco alto que le cubren toda la pantorrilla, y una campera de cuero negra. El pelo a los hombros, apenas rizado y con un abundante flequillo, le cubre gran parte del rosto.
Francesca camina en torno suyo con gestos un poco más ampulosos y movimientos bruscos, la mira de reojo pero nota que la mujer no parece percibir nada.
- Oye, voy a cerrar, tienes que irte- opta por ir directo.
Pero ella no responde, no se mueve, ni separa sus labios, ni abre la mano que sostiene una copa vacía hace ya un buen rato.
- ¿Puedes caminar? ¿Estás bien? ¿Quieres que llame a alguien?
Nada. Silencio. Suavemente le quita la copa de entre los dedos, vuelve detrás de la barra, mete la última copa en el lavavajillas y lo enciende. Toma su mochila, apaga las luces. El salón vacío toma un color verdoso por la luz del cartel de “Salida” sobre la puerta.
Vuelve a la mujer, toma su brazo y lo pasa alrededor de sus hombros. Ella se deja llevar, comienza a caminar con pasos inseguros, pero colabora para salir del local.
En la calle el aire fresco de la noche parece ayudar. La mujer se repone y finalmente la mira.
- ¿Me puedo ir contigo?- le dice casi balbuceando.
Francesca frena el primer taxi que pasa y se suben con torpeza, casi tropezando.
La desconocida apoya la cabeza en el hombro de Francesca que cierra los ojos y respira profundo. Su cabello huele a madera, incienso e higos.

El sol comienza entrar por la ventana y la despierta. Apenas abre los ojos Francesca se levanta sigilosa. Su camiseta blanca sin mangas apenas le tapa las bragas, deja ver al trasluz su cuerpo delgado, casi sin curvas, salpicado de tatuajes en la espalda, en los muslos, en los brazos.
Se asoma al living y queda como hipnotizada por la oscura belleza del cuerpo relajado de la desconocida que está aún dormida en el sofá, como un hada nocturna.
La presión de la mirada clavada en su rostro la despierta. Se incorpora en silencio. Se pone las botas, la campera, busca su bolsa.
- Perdona, de verdad lo siento mucho. Gracias por dejarme dormir aquí- tiene una voz suave como de niña.
- No pasa nada, no te preocupes- dice Francesca que se ha sentado a su lado en el sofá.
La desconocida se acerca lentamente y la besa con delicadeza, sin prisa. Le apoya los  labios blandos y carnosos que se aplastan cubriendo los de Francesca, que recibe el beso en una pose un poco rígida, como de sorpresa.
Toma su bolsa, saca un bolígrafo y un papel y escribe un número.
- Llámame si quieres, no siempre estoy así como anoche- dice con una leve sonrisa en la mirada. Se pone de pie y sale sin mirar atrás.

Esa misma noche, antes de entrar al bar, mientras fuma un cigarrillo fuera saca el papel con el número. Lo mira fijo unos segundos antes de marcar.
- El número seleccionado no corresponde a un cliente en servicio- una voz femenina, que no es la de la desconocida, repite esta frase una y otra vez.

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