No es momento

Habían quedado en verse en Café Bari para luego ir a otro bar a tomar unas cervezas. Llegó con un poco de retraso. Venía mirando de lejos la esquina del bar pero afuera no había nadie. Dentro en cambio la luz cálida daba una atmósfera invernal a las mesas bastante llenas a esa hora de la tarde. Estaban repletas de parejas, amigos y gente que conversaba café de por medio. Recorría las caras acercándose a la puerta cuando antes de entrar identificó finalmente a Raúl. Llevaba una camisa leñadora que resaltaba su desbordante masculinidad. Lo vio un poco agitado. Le bastó un segundo para ver que estaba sentado frente a Paula, su novia desde hacía algunos meses, y que además había un alto nivel de tensión entre ellos.
Estaban juntos la noche en que Raúl conoció a Paula el verano anterior. Fue en una cena en casa de Claudia, una amiga en común que tiene gran afición a organizar fiestas y veladas con amigos de distintos círculos. Esa noche podría haber sido una velada estupenda, cerca de quince personas desparramadas por el salón y la terraza de un piso moderno en el centro, todos con copas en la mano y ganas de pasarla bien. Pero Raúl estuvo casi ausente de la escena toda la noche, se obsesionó en el intento de conquistar a Paula, y de hecho lo logró aquella misma noche. Al poco tiempo ya se presentaban a todos lados juntos como pareja. Desde ese momento se veían menos, los fines de semana sobre todo, los pasaba con Paula.
Dudó un poco, volvió a observarlos casi antes de empujar la puerta del bar. Era evidente que estaban discutiendo. Paula miraba para todos lados mientras Raúl inclinado sobre la mesa con el torso erguido gesticulaba nervioso. Decidió no entrar y esperarlo por allí. A Paula no la conocía mucho, le parecía una chica un poco insulsa e insegura, no terminaba de entender por qué Raúl estaba con ella. Era lo suficientemente atractivo para poder elegir entre un amplio abanico de mujeres, pero la había elegido a Paula. Nunca se lo preguntó directamente pero no lo entendía.
Se armó un cigarrillo. Era un atardecer fresco pero agradable. Fumó con tranquilidad, intentando no entrar en el campo visual de la pareja que dentro se arrojaba palabras enfáticamente. Cada tanto miraba de reojo tímidamente, intentando descifrar qué pasaba entre ellos. Si estaban enredados en una discusión de pareja, la situación podía extenderse mucho, ¿qué haría en ese caso? Igualmente malo sería si no tenía un buen desenlace, la velada de charla y cervezas que había imaginado con Raúl no tendría lugar. En cambio sería un monólogo de su amigo sobre Paula y sus problemas de pareja. Justo en el extremo opuesto de lo que había imaginado para esa noche.
Estaba en estas cavilaciones cuando se abrió la puerta del bar. El sonido de las voces del interior se alzó de repente llamado su atención hacia la puerta. Era Raúl y estaba sólo. Colorado de tensión, poniéndose su abrigo mientras se movía rápido y se  disculpaba por el retraso dijo  –Vamos, vamos. Necesito esa cerveza.- apurando el paso como para escapar de allí.
De repente frenó de golpe, se paró frente a su amiga y le dio un abrazo. Su gamulán olía a historias nocturnas, madera y ámbar. Ella inspiró profunda pero discretamente con la cabeza apoyada en su hombro ancho y macizo. Su barba le rozó apenas la frente en una caricia involuntaria.
– No te hagas drama, me venía bien ese cigarrillo.- Le dijo, intentando disimular el torbellino de emociones que la azotaban por dentro. Caminaron un par de cuadras casi en silencio. Ya era completamente de noche y la gente empezaba a circular después del trabajo. Abrigándose y desabrigándose para entrar y salir de los bares, para fumar en las aceras, para ir a casa o a cenar. Entraron en un bar al que terminaban eligiendo siempre porque se sentían como en casa. Apenas se sentaron en la barra vino Enrique, el dueño, un señor de unos sesenta años que aún conservaba la jovialidad que da rodearse de gente menor que uno. Los miró acomodarse y sin preguntar les sirvió dos cañas. Tomando el vaso Raúl volvió a abrir la boca: - La voy a dejar. No nos entendemos. Es como si fuéramos de distintos planetas.- Hablaba como desde lejos, mirando fijamente su cerveza. Elisa se quedó muda, no sabía qué responder, lo miraba sin poder organizar una secuencia de palabras que sonara coherente. De repente Raul salió de su estado con un pequeño salto en el lugar, miró a su amiga y le dijo – Pero no quiero hablar de eso, me tiene aburrido. Hablemos de ti. ¿Cómo estás? Cuéntame algo que hace un mes que no te veo.-
Ella lo miraba todavía perpleja. Le sonrío intentando ocultar la excitación que le provocaba todo lo que acababa de escuchar. Una vorágine de pensamientos le bloqueaba el habla. Aquello que tenía para contarle, no lo podía pronunciar. No era momento de decirle que lo deseaba con todo su ser.

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