Explosivo


Ayer comencé a planificar la venganza al “culo con rosca”, como suelo llamar a mi vecino de la izquierda. Hoy, él mismo, tonto del cipote, me confirma nuevamente que tengo razón. El muy pedazo de mierda dejó otra vez el coche con medio baúl en mi entrada. No hace falta que se lo explique, es obvio que me lo hace adrede. ¿Qué sentido tiene entrar en algún tipo de intercambio con esta gente?. Ya tengo bien en claro que no tienen nada para ofrecerme. Y muchísimo menos los huele mierda de este barrio. De hecho me mudé aquí, porque en el apartamento en el que vivía antes ya no se podía estar. El olor a gente con niños me da nauseas. Hubiera sido un lindo edificio, pero estaba lleno de la peor gente que uno se pueda imaginar: familias de clase media con poca pasta y muchas pretensiones. Son los peores. Se dan aires de grandeza cuando en verdad tienen hábitos más inmundos que las ratas. Si hubiera tenido un poco más de cojones hubiera puesto una bomba y le hubiera hecho un bien al mundo. Nada cambiaría sin esos inútiles que piensan solamente en las pavadas que se van a comprar con el crédito que suplican en el banco. Ni amor propio les queda. De verdad que la bomba hubiera sido una buena solución. Estaba dispuesto a perderlo todo con tal de no verlos más. Miré algunos videos en YouTube que enseñan la autoconstrucción de explosivos. Pero dejé la tarea inacabada porque seguramente después la televisión inventaría una historia de esas que les encanta titular como “La tragedia de la calle Magallanes”, o chorradas del estilo. Para qué meterse en berenjenales, si luego quizás adjudican el atentado a los musulmanes extremistas y todos esos mierdas quedan como mártires del occidente libre.
Decidí marcharme, pero no sin antes ajusticiarlos un poco. La última noche antes de la mudanza subí a la terraza y metí cinco litros de laxante para caballos en el tanque de agua. Seguramente un par de días después rebalsaron las cloacas y habrán nadado en un mar de mierda. Cada uno termina en lugar que merece. Si la gracia divina no se manifiesta por sí sola, entonces estoy yo para dar una mano.
Me mudé a un barrio de chacras, de pequeñas casas rurales con terreno con la esperanza de tranquilidad. Pero fue peor. Porque parece que los hijos de puta me siguen. Primero el gordo del terreno contiguo a la derecha. Los domingos a la mañana ponía la radio a todo volumen para lavar su auto de “nuevo rico” justo al lado del cerco que separa su chalet de mal gusto de mi terreno. Sólo un ignorante se compra una camioneta todoterreno para darse aires de gran señor. Con todo el espacio que tiene se venía a poner ahí, al lado de mi parcela. Me di cuenta de que lo hacía a propósito, para joderme. No me parece que uno tenga que explicar lo obvio. Se puede razonar con alguien que tiene alguna neurona que le funcione. Pero con ese bola de grasa con mente de niño de doce años no se podía. Lo ajusticié enseguida. Esta vez sí usé los conocimientos de YouTube. Su último domingo, cuando fue a prender la radio del coche estacionado a pocos metros…. ¡Booooom! No llegó a lavar el coche, le saltó en pedacitos antes. Ahora estará escuchando su música de mierda en el infierno.
Al “culo con rosca” le di varias oportunidades. Ya es la tercera que me hace. No sabría decir si es tonto, no sabe manejar, o no tiene noción de las distancias. Pero no me importa quedarme con la duda. Esta tarde cuando piense que podrá salir a dar su paseo por el pueblo….¡kapuuuum! Lo mandaré a dar una vuelta por el cielo.

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